El papel de la Agenda Urbana en la transición energética: las ciudades como punta de lanza

28 de mayo, 2021

Las ciudades son el reflejo de la historia. Sin ellas sería imposible explicar los retos coyunturales a los que se ha enfrentado la sociedad desde que la conocemos. Las ciudades reflejan lo que somos y lo que fuimos. Sus calles lo recuerdan todo, y al de un tiempo juzgan lo que en su día hicimos por ser. No en vano, la evolución de las ciudades en los próximos años será el resultado de cómo hoy afrontamos una crisis climática sin precedentes. La consecuencia de no haber estado a la altura años atrás.

Aterrizando en lo concreto, de acuerdo con datos de las Naciones Unidas, la mitad de la población vive en ciudades y se prevé que a mediados de siglo XXI se alcance el 65%. Asimismo, según datos de la Agencia Internacional de la Energía, el 67% del consumo energético global se da en las ciudades. Esto produce el 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero, así como sustancias contaminantes como partículas en suspensión y óxidos de azufre y nitrógeno, responsables de medio millón de muertes prematuras cada año. Además, en las ciudades se producen, en forma de residuos sólidos urbanos (RSU), un 20% del total de los residuos generados.

Así pues, las ciudades están llamadas a encontrar el equilibrio entre la dotación de servicios básicos y el metabolismo urbano. Identificarán sinergias entre las diferentes verticales de la ciudad, para engranar mecanismos basados en un modelo de gobernanza sostenible. Esto permitirá aspirar a un cambio de modelo energético y de gestión de los recursos.

Para ello, la Agenda Urbana se erige como herramienta estratégica transformadora para evolucionar hacia el imprescindible cambio de modelo que permita cumplir con los objetivos marcados. En primera instancia, para el año 2030, y asiente rumbo firme para el cumplimiento de los objetivos del año 2050. De cara al año 2030 se deberá reducir el 55% de las emisiones netas de gases de efecto invernadero en comparación con 1990, como hito intermedio para alcanzar la neutralidad climática al ecuador del siglo.

En este sentido, la Agenda Urbana efectúa una acertada lectura. Define las actuaciones en los tres vectores de contaminación e ineficiencia principales de las ciudades. La falta ahorro y eficiencia energética, el consumo de agua y la generación de residuos.

LA EMANCIPACIÓN DE LOS COMBUSTIBLES FÓSILES

Las ciudades no son ajenas a la realidad energética mundial, y son, hoy en día, dependientes de la producción energética derivada de los combustibles fósiles. Combustibles que, además de estar destinados a agotarse, generan en su combustión gases de efecto invernadero, así como otros gases contaminantes que comprometen la salud de las personas. Por ello, las cubiertas de los edificios de nuestras ciudades están llamadas a convertirse en espacios de generación energética. Podrán abastecer la demanda local gracias a la tecnología fotovoltaica, pero de una forma limpia, silenciosa, renovable, comunitaria y rentable, que permita aprovechar todo su potencial para producir, consumir y compartir.

En la visión energética de la ciudad, contemplamos, fundamentalmente, el consumo energético de tres sectores: sector residencial y edificios, transporte y servicios.

España es uno de los países con un parque de vivienda edificado más antiguo. Existe un enorme potencial en materia de rehabilitación que no ha sido abordado. Hoy, un total de 25,2 millones de viviendas han sido construidas antes del 1980. Y el 16%, unos 2,2 millones de viviendas, se encuentran en un mal estado de conservación. Estos datos ilustran una urgente necesidad en la actuación sobre el parque edificado construido sin criterio bioclimático.

Hablemos ahora de transporte y la movilidad. En base a diferentes estudios y a inventarios de consumo energético, la mayor parte del consumo final de las ciudades corresponde al transporte privado. A ello se le suma ser un sector con altas emisiones. Ya que, en la práctica totalidad los vehículos son impulsados por combustibles derivados del petróleo como la gasolina o el diésel. En este aspecto, se debe priorizar la electrificación del transporte, siempre de forma escalonada, considerando la capacidad y el factor de emisión del sistema eléctrico. Para ello, merecen contar con la apropiada importancia otros vehículos de impulsión alternativa al gasóleo y la gasolina. Por ejemplo, el Gas Natural, el GLP o biocombustibles, como elemento de transición hacia una flota electrificada, que se alimente de electricidad generada de forma limpia y eficiente.

DE RESIDUOS A RECURSOS

Las redes de saneamiento y las estaciones de aguas residuales son lugares donde convergen dos potenciales vectores de contaminación como el agua y los residuos. Estos puntos pueden ser un foco de contaminación. O, por el contrario, una oportunidad de fomentar la circularidad de los recursos, abriendo nuevas oportunidades a la regeneración de aguas y al aprovechamiento de los residuos orgánicos para su conversión en nuevos materiales como el compost, o fuentes energéticas renovables como el biometano, producido a partir del biogás de los residuos orgánicos.

En esta línea, cabe incidir en el reciclaje de los residuos sólidos urbanos. De estos, solo se recicla un 35%, situándose, hoy en día, lejos de los objetivos marcados por la Unión Europea en materia de reciclaje: 55% en 2025, 60% en 2030 y 65% en 2035. Transformar los residuos en recursos responde al principio básico de la economía circular. Reducir, reutilizar, reparar y reciclar, para disminuir el consumo de recursos, a la vez que se reduce el volumen de residuos generado.

LA GESTIÓN SOSTENIBLE DE LOS RECURSOS Y EL PLAN DE RECUPERACIÓN

El proyecto del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia presentado el pasado abril, no sólo contempla la transición ecológica como uno de los ejes transversales, sino que ha reflejado como prioridad las actuaciones en esta materia, así como su impacto en las ciudades. En el ámbito de las ciudades, alineado con los objetivos de la Agenda Urbana, incide en el principal foco de necesidad. Prácticamente una tercera parte de la inversión recae en la regeneración urbana, la rehabilitación del parque edificado y la movilidad sostenible.

Esta circunstancia supone una gran oportunidad a nivel de país. Se pondrán todos los recursos humanos y materiales al servicio de una necesaria transformación de las ciudades hacia espacios más limpios, eficientes y saludables. La coyuntura nos obliga a ser audaces para dar respuesta al reto al que nos enfrentamos y nos podamos reconocer en nuestras ciudades del futuro.

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