El derecho a la ciudad en un contexto cada vez más urbano.
El mundo es cada vez más urbano. Según Naciones Unidas, el 55 % de la población mundial vive en ciudades y la tendencia es creciente en todas las regiones. Las ciudades y sus áreas metropolitanas concentran la mayor parte del capital financiero y humano, pero también acuciantes problemáticas sociales. Al mismo tiempo que hay personas que viven vulnerabilidades bajo dinámicas y factores excluyentes; el espacio urbano permite el encuentro, las redes de colaboración y el protagonismo ciudadano del que nacen la mayoría de las innovaciones sociales y políticas. No en vano, la ciudad es el espacio donde se desarrollaron a lo largo de la historia los derechos ciudadanos.
Asimismo, la consolidación de las metrópolis como espacios socioeconómicos significativos, expuestos a las altas presiones y dinámicas globales, convierte a la escala metropolitana en un desafío para las políticas públicas urbanas. Por eso, bajo el objetivo de la cohesión social y el desarrollo sostenible, se hace necesario replantear la cuestión de la ciudadanía en cuanto a derechos y deberes de la población de un territorio. El derecho a la ciudad será un motor para respuestas alternativas y espacios de transformación social. El ejercicio del derecho a la ciudad es un reclamo de la vida urbana con el fin de satisfacer todo anhelo ciudadano, recuperando la vida cotidiana y poniendo la sostenibilidad de la vida como centro de las políticas.
La ciudad, además, es cultura, historia, tradición, paisaje y forma de vida. Como construcción colectiva, se trata del producto cultural más complejo elaborado por las sociedades (en el caso de algunos centros históricos, de siglos de existencia y el simbolismo asociado).
Modelo urbano compacto y equilibrado, que garantice la diversidad de usos y la dotación de servicios básicos.
La planificación urbana busca el uso racional del suelo entendido como un recurso natural, escaso y no renovable, que merece protección y cuya preservación de la transformación urbana deberá incluir, al menos, los suelos no idóneos para nuevos crecimientos. A su vez, el modelo urbano resultante deberá garantizar la sostenibilidad. Adaptar la urbanización y la edificación, al territorio que las sustenta, aprovechando sus características geográficas, geomorfológicas y bioclimáticas.
Un modelo de ciudad equilibrado se caracteriza por su morfología compacta, su organización y complejidad (en diversificación de usos y en biodiversidad), su eficiencia metabólica (atendiendo a ciclos del agua, energía, recursos…) y a su cohesión social en la búsqueda de la equidad e igualdad de oportunidades. Estos principios rectores son aplicables a la práctica mayoría de poblaciones, independientemente de su escala. La morfología urbana da cuenta de las soluciones formales de la planificación. Densidad edificatoria, distribución de usos en la ciudad, porcentaje de zonas verdes, espacios públicos o infraestructuras… Asimismo, es clave por la proximidad entre usos y funciones urbanas, y también condiciona la movilidad y la relación con el medio natural. Es necesario fomentar estructuras urbanas compactas y polifuncionales, que prioricen el reciclaje urbano en la ciudad existente, la recuperación de suelos en desuso en la ciudad consolidada y la redensificación de los suelos urbanizables dispersos.
Movilidad sostenible y de proximidad.
Las acciones que promuevan los municipios deberán reducir las distancias entre los polos atractores de las ciudades. Evolucionar hacia patrones de movilidad de proximidad, más sostenibles, con incremento de viajes a pie. La reconversión pareja de parte del espacio urbano destinado a la movilidad dura convertirá las calles en lugares de encuentro y disfrute común.
Por otro lado, la planificación deberá impulsar la mezcla de usos: espacios de actividad económica de pequeña escala y su compatibilidad con usos residenciales y la existencia cercana de equipamientos y dotaciones de educación, salud, ocio o deporte. También debe incentivar la transformación de los tejidos industriales en espacios de actividad mixta. Deberán ser compatibles con la vida urbana, evitando grandes polos atractores monofuncionales deslocalizados (como centros comerciales). Estos últimos generan gran impacto ambiental por los desplazamientos en vehículo privado asociados. La forma urbana condiciona el uso del suelo, la elección del transporte, etc.; y es complejo revertir dichos patrones una vez consolidados en el territorio. Esta circunstancia limitará parcialmente la transición sostenible y respetuosa con el medio ambiente en las ciudades.
Espacio público como vertebrador de la cohesión social y la salud urbana.
Los municipios deberán considerar al espacio público como eje vertebrador de la ciudad. Asegurar entornos propicios para el encuentro ciudadano, en espacios seguros, saludables y accesibles. Estos deberán ser diversos, versátiles y de calidad, y siempre en consonancia con el paisaje urbano. El espacio público como espacio de convivencia propiciará el intercambio cultural y romperá burbujas de aislamiento, incrementando así el sentido de pertenencia al lugar.
Algunas de las medidas que los municipios deberán acometer en sus espacios públicos serán la eliminación de barreras arquitectónicas y mejora de la accesibilidad universal. El control del ruido, la contaminación del aire y lumínica y las condiciones térmicas (mejorando así el medio ambiente urbano). Se trata, en definitiva, de minimizar su impacto en la salud y en la calidad de vida.
Además, será necesario recuperar zonas verdes dentro de las ciudades compactas. Bajo el criterio de que la ciudadanía tenga acceso a una zona verde de proximidad, se dimensionará en función de las necesidades existentes. Además de los servicios ecosistémicos que las infraestructuras verdes prestan (mejora de la biodiversidad, reducción de la isla de calor, elemento de disfrute y ocio), es relevante su relación directa con la salud física, psíquica y social de la ciudadanía.
Enfoque integrado en la regeneración urbana y nuevo modelo de ciudad.
Los municipios deben localizar ámbitos en su territorio en los que implementar políticas integrales de intervención físico-espacial, social, económica y medioambiental, es decir, de regeneración urbana integrada y el nuevo modelo de ciudad.
Trascendiendo cuestiones como el mantenimiento y las condiciones adecuadas de habitabilidad, responder a los retos actuales a los que se enfrenta la sociedad requiere de una aproximación integral de la transformación del patrimonio construido. Existen numerosas necesidades actuales a las que dar respuesta. Por ejemplo, la eficiencia energética y consumo energético nulo para enfrentar el cambio climático, la incorporación de nuevas tecnologías y la transición digital, nuevas aproximaciones sobre la salud, especialmente la social, etc. Esta realidad requiere de proyectos de rehabilitación, renovación y regeneración urbana y nuevo modelo de ciudad a gran escala que supongan una transformación real de los espacios urbanos y el patrimonio construido; que redundará en la transformación real de la ciudad.
El principal capital para una edificación sostenible es la construcción existente, entendida mediante una visión integral del entorno construido. Especialmente, por el ahorro de recursos que supone su utilización y renovación frente a la sustitución por nueva edificación.
Fondo de Recuperación Next Generation EU, oportunidad de futuro de las ciudades.
El pasado octubre, el Gobierno presentó el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia. Este orienta la modernización de la economía española, la recuperación del crecimiento económico y la creación de empleo, la reconstrucción sólida, inclusiva y resiliente tras la crisis de la COVID. El nuevo Fondo de Recuperación “Next Generation EU” permitirá a España movilizar un volumen de inversión sin precedentes.
Esta coyuntura nacional supondrá una oportunidad extraordinaria para las entidades locales en cuanto a regeneración urbana y nuevo modelo de ciudad. Las ciudades tienen un papel fundamental en la transición económica y social. Sobre todo por su capacidad de generar actividad a corto plazo con efecto tractor sobre la industria y otros sectores clave. Los municipios han de prepararse para los retos ya presentes, mediante transformaciones estructurales que generarán entornos urbanos más accesibles, inclusivos, respirables, sostenibles e inteligentes.
De hecho, dentro del componente 2 del Plan (Implementación de la Agenda Urbana española: Plan de rehabilitación y regeneración urbana), existe una línea de actuación dirigida a operaciones de rehabilitación edificatoria, y regeneración y renovación urbana de gran escala en barrios. Esta se alinea con el objetivo 2 de la Agenda Urbana Española (Evitar la dispersión urbana y revitalizar la ciudad existente). El Plan promueve una perspectiva integral. A la mejora del parque edificado en eficiencia energética, sostenibilidad o digitalización, se suman actuaciones de transformación integral para la adaptación y mitigación del cambio climático del entorno urbano.