Hoy en día nadie tiene duda de que la movilidad está ante un cambio de protagonistas que es ya irreversible. Los peatones reclaman su espacio, la crisis climática aprieta y los objetivos marcados por Europa nos hacen pasar a la acción. El transporte es el mayor emisor y el principal consumidor de energía final, y, por lo tanto, nos permite aventurar un cambio de paradigma que transformará la movilidad urbana.
Este proceso de transformación colisiona con el precedente modelo de desarrollo de las ciudades. La expansión del consumo de suelo urbano supera el crecimiento de la población hasta en un 50%, y la densidad de población no deja de aumentar. En España ha crecido un 16% respecto al año 2001, convergiendo con el éxodo rural. Es evidente que el mundo es cada vez más urbano, y los retos que se presentan requieren de respuestas a la altura del momento histórico que vivimos. Para ello, las ciudades se valdrán de la Agenda Urbana como herramienta estratégica para planificar el camino hacia el 2030.
En este sentido, se identifican dos grandes líneas para la transformación de la movilidad de las ciudades. Favorecer modelos mixtos de movilidad y potenciar alternativas sostenibles de transporte.
La nueva movilidad de las ciudades
La configuración urbana condiciona nuestra forma de movernos. En las ciudades de hoy, el espacio destinado a los vehículos es superior al de las personas y requiere de un redimensionamiento para favorecer un reparto equitativo de los espacios de uso. No obstante, este reclamo topa con los hábitos actuales del uso del vehículo privado, y abordarlo de forma radical y efectiva no es tarea fácil.
Para ello, la nueva movilidad de las ciudades debe necesariamente implicar una reducción del uso del vehículo privado y pasa por tres claves: reconfigurar el espacio urbano, jerarquizar el uso de la vía pública en favor de las personas y favorecer la intermodalidad del transporte.
Tal y como se ha mencionado antes, el vehículo privado ocupa un espacio desproporcionado, y esta distribución impacta con más crudeza en las ciudades que fueron desarrolladas al calor de la revolución industrial y que generaron espacios desordenados construidos por la elevada demanda de vivienda. Por ello, se requiere, simultáneamente, un nuevo reparto del espacio urbano y una actualización de las prioridades de uso de las vías.
La nueva movilidad asume el reto de no interferir con nuestros hábitos, comúnmente forzados. Asimismo, se abre la oportunidad de potenciar una movilidad eficiente que reduzca los tiempos de transporte, sea asequible y tenga un carácter universal real. Las administraciones públicas han de fomentar modos de transporte intermodal, engranando mecanismos de compatibilidad entre diferentes medios, de forma polivalente y de calidad. La movilidad sostenible será la confluencia entre el transporte colectivo, la bicicleta y la movilidad a pie, si se quiere preservar la salud urbana y ambiental.
La descarbonización del transporte
El transporte es el principal vector de contaminación mundial. Los vehículos de gasolina y diésel encaran la cuenta atrás a la vez que redunda la necesidad de penetración de vehículos de combustibles alternativos.
El despegue del vehículo eléctrico se percibe cada vez más cerca, pero no es la solución definitiva. En este sentido se requerirá de un despliegue de infraestructura de recarga sostenida, partiendo de flotas cautivas que lo justifique, a la vez que permita adaptar el sistema eléctrico a las nuevas demandas. No obstante, el usuario también tendrá que adaptar sus costumbres a las condiciones y tiempos de recarga de este tipo de vehículos, o asumir los costes de degradación de la batería a costa de recargas ultrarrápidas.
Sin embargo, el vehículo eléctrico va camino de convertirse en uno de los actores principales del transporte en carretera, al que se le deberá sumar como elemento de transición el gas natural como combustible de impulsión para el transporte pesado. Si bien el espacio futuro de los vehículos de gas natural será previsiblemente ocupado por los de pilas de combustible de hidrógeno y combustibles sintéticos. Así pues, ya existen municipios que han iniciado pruebas piloto con autobuses impulsados por biocombustibles producidos a partir de residuos y otros que han adquirido vehículos eléctricos de pila de combustible.
El Plan de Recuperación, la Ley de Cambio Climático y Transición Energética y la transformación del transporte urbano
El pasado 13 de mayo se aprueba definitivamente en la cámara baja la primera Ley de Cambio Climático y Transición Energética. Esta ley interpela a los municipios de más de 50.000 habitantes, obligándoles a implantar una Zona de Bajas Emisiones para antes de 2023, siguiendo los pasos de la región de Lombardía. Estas zonas regularan el acceso en vehículo privado a los centros urbanos con el objetivo de mitigar los niveles de contaminación y emisiones.
El Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia asigna, en este ámbito, un total de 1.500 millones de euros de fondos Next Generation en transferencias directas a Entidades locales para la implantación de estas Zonas de Bajas Emisiones y transformar el transporte urbano. Esto es, se abre una oportunidad para los entornos urbanos de más de 50.000 habitantes para financiar las acciones que deberán implantar con arreglo a la ley en el futuro año y medio a la vez que implementan medios para la población como alternativas limpias de movilidad, y avanzan en la consecución de un sistema sostenible e intermodal.
La nueva coyuntura económica abre una ventana histórica para transformar el mundo tal y como lo conocemos. El nuevo ciclo tecnológico tiene que ser el catalizador para transitar a una nueva edad de la energía limpia y renovable y a unas ciudades descentralizadas que fomenten la movilidad de proximidad.