ORDENACIÓN DEL TERRITORIO Y CONSERVACIÓN, PROTECCIÓN Y USO RACIONAL DEL SUELO
En este siglo, las ciudades serán el escenario en el que avanzar hacia la sostenibilidad y la resiliencia, luchar frente a la desigualdad y contribuir a la prosperidad socioeconómica.
La elaboración del Plan de Acción de la Agenda Urbana supone una oportunidad para los municipios españoles y su ordenamiento estratégico, incorporando una visión ecosistémica, más inclusiva con el medio ambiente y el patrimonio natural y cultural. Se plantea el desafío de un urbanismo que, aun contribuyendo al progreso económico, se base en el desarrollo sostenible, entendiendo el capital natural del planeta como un bien valioso, patrimonio de la población. Por ello, el primer objetivo de la Agenda Urbana Española es “ordenar el territorio y hacer uso racional del suelo, conservarlo y protegerlo”.
Además, la actual crisis provocada por la pandemia del covid-19 ha supuesto un reto añadido a la relación entre las ciudades y el patrimonio natural, la presión ejercida sobre los ecosistemas y la voluntad de disfrute del medio ambiente por parte de la ciudadanía.
Evolución de la ordenación territorial en España: contexto actual.
A pesar de que el modelo tradicional de ciudad en España ha sido compacto y denso, con diversificación de usos y espacios urbanos saludables y de calidad, durante el auge inmobiliario previo a la crisis de 2008, primó un desarrollo urbano disperso y consumidor de territorio. Esta dinámica provocó un fuerte impacto ambiental, segregación social, e ineficiencia económica derivada del alto coste energético, de construcción y de mantenimiento de las infraestructuras y de prestación de servicios públicos. Se potenciaron modelos residenciales de baja densidad, que no favorecen un desarrollo urbano coherente y sostenible. A pesar de todo, en el territorio español aún existen numerosos ámbitos de suelo de desarrollo en municipios en declive demográfico.
Este modelo de crecimiento ha repercutido negativamente en la riqueza biológica. La excesiva ocupación del suelo sustituyó ecosistemas naturales por usos de suelo que lo impermeabiliza, y fragmenta ecosistemas relevantes para flora y fauna. Desde un punto de vista más urbano, genera altas tasas de metabolismo urbano y demanda creciente de energía, agua y materiales. La reducción de suelos no antropizados, sumado al actual contexto del covid-19 y los sucesivos confinamientos, provoca en la ciudadanía cierta insatisfacción ante el “deseo de naturaleza”, a la que tiene difícil acceso.
En el contexto actual, debe romperse el binomio crecimiento urbano y prosperidad económica, propugnando una óptica de sostenibilidad no consumidora de suelos. Es una oportunidad para permanecer en la senda del desarrollo urbano integrado, inteligente, cohesivo, e inclusivo, como el único modo de conseguir mayor competitividad económica y garantizar calidad de vida y el bienestar de la ciudadanía presente y futura.
La planificación, una herramienta para el equilibrio territorial.
La ciudad se vincula con el territorio que ocupa, pero sus efectos se extienden sobre un entorno mucho mayor. Especialmente en las últimas décadas, la forma de vida urbana ha sido expansiva y a menudo ha amenazado la forma de vida y el entorno natural.
Para la correcta ordenación del territorio, los municipios deberán disponer de estrategias territoriales sostenibles, que se vinculen asimismo con la planificación económica, social, cultural y de los recursos naturales (y de esta manera luchar contra la despoblación y el abandono rural). Es necesario considerar las características específicas del territorio, clima, humedad y paisaje en el modelo de ciudad, e impulsar la máxima conexión entre áreas urbana y rural, con medidas que favorezcan las actividades forestales y agrícolas urbanas y periurbanas ordenadas, u otras actividades de desarrollo sostenible.
Además, las ciudades serán protagonistas de la transición hacia un sistema alimentario más sostenible. La pandemia ha constatado la profunda relación entre salud pública, ecosistemas y sistemas alimentarios. Bajo esta óptica de sostenibilidad, las políticas agrícolas y del medio rural de los municipios deberán alinearse con la estrategia «de la granja a la mesa» para una alimentación sostenible, pilar tanto del Pacto Verde Europeo como del Plan de Recuperación de la UE. La estrategia promueve cadenas de suministro cortas, con producción local basada en la agricultura ecológica, el bienestar animal, el medio ambiente y la calidad nutricional. De este modo, se fomenta la seguridad alimentaria, garantizando alimentos saludables, asequibles y sostenibles; y combatiendo el cambio climático.
El Comité Europeo de las Regiones sugiere también la adquisición pública de alimentos, como elemento clave para la seguridad alimentaria y la transformación a un sistema sostenible. La demanda institucional aumentará el consumo de alimentos sostenibles y brindará oportunidades de mercado a los pequeños proveedores. Además de su impacto en la salud de la población general, las medidas tendrán repercusión en el ámbito rural, tanto a nivel medioambiental como demográfico.
La importancia del patrimonio natural para la mejora del hábitat y la salud, y del paisaje y patrimonio cultural como elementos de identidad de las sociedades.
Para conservar y preservar su flora y fauna, los municipios deberán promover medidas de protección y programas de seguimiento de la biodiversidad. Además, el aprovechamiento agrario y forestal deberá ser equilibrado y parejo al desarrollo rural sostenible, tratando el medio rural con el carácter de borde que le corresponde.
Por otro lado, la planificación en las ciudades debe buscar estrategias para conservación, mejora y puesta en valor del patrimonio cultural material e inmaterial (tradiciones y formas de vida) y el paisaje urbano y natural como elemento de identidad de sociedades.
La infraestructura verde y azul: un cambio de paradigma para la conservación de la biodiversidad y la mejora de la sostenibilidad.
Es necesario que la naturaleza vuelva a las ciudades y las transforme. Para ello, deben promoverse infraestructuras verdes y azules, que garanticen la biodiversidad y que conecten las tradicionales zonas verdes urbanas con la propia naturaleza, para acercarla a la ciudadanía de manera accesible y saludable. Estas estrategias impactarán de manera positiva en entornos periurbanos, incrementando asimismo su bienestar.
En España son muy necesarias medidas de planificación que incrementen la sostenibilidad territorial, un país muy vulnerable al cambio climático. Se prevé para finales del S. XXI un acusado incremento de la temperatura media, reducción global de precipitaciones, daños por inundaciones y aumento de superficie forestal afectada por incendios, etc.; esto sumado al impacto que el calentamiento global o la presión de urbanización tiene sobre el litoral.
La infraestructura verde busca mejorar la capacidad de los servicios ecosistémicos de la naturaleza, y supone un cambio de paradigma en las políticas ambientales y urbanas, ya que la conservación de la biodiversidad deja de ser tratada con políticas aisladas. Contribuyen también a evitar la fragmentación del territorio a nivel ecológico y permiten la restauración ambiental. Desde el Acuerdo de París sobre cambio climático, son reconocidas como estrategias de adaptación y mitigación del cambio climático. Por su parte, las infraestructuras azules, intrínsecamente relacionadas, contribuyen a la mejora de la planificación del agua y sus ecosistemas asociados.
Por tanto, los municipios deben incorporar este enfoque de la planificación y gestión urbanística, organizando y diseñando redes de infraestructuras verdes y azules teniendo en cuenta criterios de conectividad ecológica y de las características del territorio. Así, además de mejorar la biodiversidad y la resiliencia, contribuirán al disfrute ciudadano.
La ordenación del territorio y conservación, protección y uso racional del suelo como medio para alcanzar otros objetivos de desarrollo.
La planificación estratégica urbana y territorial, además de como fin en sí mismo, es un medio para la consecución de los siguientes objetivos de desarrollo sostenible: ODS 2 – Hambre cero, ODS 6 – Agua limpia y saneamiento, ODS 11 – Ciudades y comunidades sostenibles, ODS 14 – Vida submarina y ODS 15 – Vida de ecosistemas terrestres. A modo de conclusión: tanto por el valioso patrimonio natural y cultural de los municipios españoles y sus circunstancias territoriales, como por el potencial y la oportunidad que proyectos y visiones sostenibles del territorio tienen en el contexto actual; es más imprescindible que nunca para los municipios españoles un marco de planificación estratégica como el que propone el Plan de Acción de la Agenda Urbana.